Saltar al contenido

El Tecnofeudalismo: crítica desde el pensamiento económico hispano-católico

El concepto de tecnofeudalismo es bastante reciente y polémico y se refiere a una nueva etapa económica que está reemplazando las bases del capitalismo. Según esta idea la economía digital no ha creado un mercado capitalista más libre, sino un nuevo sistema con características similares al feudalismo medieval, pero basado en la tecnología.

El tecnofeudalismo fue popularizado por dos economistas relacionados al pensamiento socialista: el griego Yanis Varoufakis1 y el francés Cédric Durand2.

La visión marxista y postkeynesiana

El análisis de Yanis Varoufakis, expuesto en su obra Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del capitalismo3, parte de la premisa de que el capitalismo, como sistema dominante durante los últimos dos siglos, ha finalizado. Pero no ha sido reemplazado por el socialismo, como preveían los marxistas del siglo XIX, sino por algo que él autor considera muchísimo más desagradable y despiadado.

Para Varoufakis este cambio es una transformación fundamental en el modo de producción y extracción de valor. Según su pensamiento internet no ha fortalecido al capitalismo, sino que lo ha matado. Identifica un mecanismo causal específico y de origen político, no puramente tecnológico. El evento fundacional de este nuevo orden fue la respuesta a la crisis financiera de 2008. Los gobiernos occidentales y sus bancos centrales inyectaron sumas de dinero demenciales en el sistema financiero para evitar su colapso. Pero estos flujos monetarios no se dirigieron a la economía productiva. En un contexto de austeridad impuesta a las clases trabajadoras, que limitaba su capacidad de consumo, el capital se desvió hacia inversiones no productivas como el sector inmobiliario y hacia las grandes empresas tecnológicas4.

Este flujo masivo, que Varoufakis describe como dinero gratis del banco central, tuvo una consecuencia sistémica: liberó a las empresas tecnológicas de la disciplina del beneficio. Al no tener un riesgo real de inversión, la obtención de ganancias, el motor del capitalismo, se volvió opcional. Esto permitió a los gigantes tecnológicos en centrarse en el crecimiento exponencial y la dominación del mercado, financiando la construcción de sus infraestructuras privadas ( o como él denomina, feudos en la nube) y privatizando de facto a internet que había comenzado como un bien común digital.

Cédric Durand, en su obra Techno-féodalisme: Critique de l’économie numérique, argumenta que la promesa de una nueva economía digital, caracterizada por la descentralización, la innovación sin fin y la democratización del acceso, no solo no se ha cumplido, sino que ha dado lugar a un sistema de monopolios predatorios con una concentración de poder sin precedentes.

Para Durand la economía digital ha provocado una gran regresión estructural. En lugar de avanzar hacia formas más civilizadas de capitalismo se ha retrocedido a una lógica donde la predación prevalece sobre la producción y las relaciones de dependencia suplantan a la competencia de mercado.

Este análisis sugiere que la tecnología más avanzada del siglo XXI no ha impulsado el progreso social, sino que ha resucitado las formas más crueles de la dominación y el sometimiento propias de una era pre-capitalista5.

El concepto central de Durand es la gleba digital. En el feudalismo histórico, la gleba era la tierra a la que el siervo estaba legal y económicamente atado. En la era digital, según Durand, los sujetos están igualmente atados a las plataformas de las grandes empresas tecnológicas. Los usuarios están atados a estos territorios digitales a través de la extracción sistemática de sus datos, que se convierten en la fuente de valor principal para los señores de las plataformas. Esta dependencia forzosa constituye la base de la nueva servidumbre digital.

Estructuras y relaciones en el tecnofeudalismo

Vamos analizar la estructura socioeconómica del concepto de tecnofeudalismo de la manera propuesta por sus creadores, con lo cual navegaremos en las difíciles aguas del pensamiento de tendencia marxista. Profundizaremos en la jerarquía social, el nuevo activo estratégico y el el mecanismo de extracción de valor que privilegia la renta sobre el beneficio.

La Nueva Jerarquía Social en el tecnofeudalismo

La teoría del tecnofeudalismo postula una reconfiguración de las clases sociales, análoga a la estructura tripartita del feudalismo, pero adaptada al ecosistema digital.

  • Señores Digitales6 : En la cúspide de esta pirámide se encuentran los propietarios de las grandes plataformas tecnológicas. Su poder no emana de la propiedad de fábricas o maquinaria, sino del control exclusivo sobre los territorios digitales o feudos en la nube: los sistemas operativos, las redes sociales, los motores de búsqueda y los mercados en línea que median la casi totalidad de la actividad económica y social. Son los nuevos terratenientes, cuya principal actividad no es producir, sino controlar el acceso al feudo y extraer rentas de quienes operan en él.
  • Capitalistas Vasallos: Por debajo de los señores digitales se encuentra una clase de empresarios que aún operan bajo una lógica capitalista de inversión y beneficio, pero que han perdido su autonomía. Estos capitalistas vasallos incluyen a los vendedores de Amazon Marketplace, los desarrolladores de aplicaciones para la App Store, los restaurantes en Uber Eats o los anunciantes en Google. Dependen por completo de las plataformas de los señores digitales para llegar a sus clientes y, para ello, deben pagar un tributo en forma de comisiones, tarifas de publicidad o cuotas de servicio. Están sometidos al poder arbitrario del señor, que puede cambiar las reglas del feudo o expulsarlos con un simple cambio en el algoritmo.
  • Siervos de la Nube7 : La base de la pirámide está compuesta por la gran mayoría de la población: los usuarios de las plataformas. Según esta teoría, cada vez que un individuo utiliza un servicio como Google Maps, publica en Instagram o simplemente navega por la web, está realizando un trabajo no remunerado. Este trabajo consiste en generar datos, el activo más valioso del tecnofeudalismo. Estos siervos entrenan los algoritmos, refinan los perfiles de consumo y, en esencia, construyen y mantienen el capital en la nube del señor digital, sin recibir a cambio un salario, solo el privilegio de habitar en el feudo. Su actividad es la base sobre la que se erige todo el sistema de extracción de valor.

Los datos: el nuevo activo estratégico

En el tecnofeudalismo el activo estratégico clave deja de ser la propiedad de los medios de producción industrial (fábricas, maquinaria) para convertirse en la propiedad de los medios de conexión y comportamiento: las plataformas y los datos masivos que estas controlan. Quien controla la plataforma, controla el mercado, la información y el acceso a los siervos.

La renta: el mecanismo de extracción

Como consecuencia de lo anterior, el mecanismo principal de extracción de riqueza se desplaza del beneficio a la renta. En el capitalismo clásico, la ganancia se obtiene invirtiendo capital para producir bienes o servicios y venderlos en un mercado competitivo por más de lo que costó producirlos. En el tecnofeudalismo, la principal fuente de riqueza para los señores digitales no es la producción, sino el cobro de una renta por el acceso a su feudo digital. Esta adopta diversas formas: las comisiones sobre las ventas, las tarifas por publicidad para ser visible dentro de la plataforma, o el valor extraído de los datos de los usuarios para vender publicidad predictiva. La lógica ya no es competir en el mercado, sino ser el mercado y cobrar un peaje a todos los que necesiten transitar por él.

Consecuencias sociopolíticas del tecnofeudalismo

La emergencia del tecnofeudalismo, según sus teóricos, no es sólo una reorganización económica, sino una transformación profunda que redefine las estructuras de poder, agrava las desigualdades existentes y erosiona los cimientos de la soberanía democrática. Sus consecuencias se extienden más allá del mercado, afectando la cohesión social y el equilibrio político.

Concentración del poder económico

Una de las consecuencias más directas del modelo tecnofeudal es una concentración de poder económico sin precedentes en manos de un puñado de grandes empresas.

A diferencia de los monopolios industriales del pasado, que dominaban un sector específico, las grandes empresas tecnológicas controlan la infraestructura fundamental de la economía digital. Este control de las plataformas crea barreras de entrada casi insuperables para nuevos competidores.

La innovación, en lugar de fomentar la competencia, a menudo refuerza el poder de los señores digitales. Las startups que desarrollan tecnologías prometedoras no suelen convertirse en rivales, sino que son adquiridas y absorbidas por los gigantes en una estrategia de comprar para matar a la competencia potencial. Esto limita la diversidad del ecosistema digital y sofoca la innovación disruptiva que no se alinea con los intereses de las plataformas dominantes.

Más desigualdad y menos movilidad social

La estructura del tecnofeudalismo es intrínsecamente jerárquica y tiende a la estratificación social. Este sistema reduce drásticamente la movilidad social y económica. La riqueza generada por la economía digital se canaliza de manera desproporcionada hacia los señores digitales y sus accionistas, mientras que la mayoría de la población queda relegada a la condición de siervos digitales que generan valor sin remuneración, o de proletarios de la nube en trabajos precarios y mal pagados.

El tecnofeudalismo, al basarse en la extracción de renta en lugar de la creación de valor compartido, institucionaliza un mecanismo que concentra la riqueza en la cima y limita las oportunidades para el resto de la sociedad.

Erosión en la democracia y la soberanía de los estados nacionales

Las grandes empresas tecnológicas operan a una escala global situándose a menudo más allá del alcance de las regulaciones nacionales. Utilizan complejas estructuras fiscales para eludir impuestos en los países donde generan sus ingresos, privando a los estados de recursos vitales y debilitando el pacto social.

Estas plataformas ejercen una forma de poder cuasi-soberano. Al controlar los flujos de información y los espacios de debate público, tienen una capacidad sin precedentes para controlar las narrativas y discursos y para influir en la opinión pública y en los procesos políticos. El poder de sus algoritmos para determinar qué información ven los usuarios, para amplificar ciertos mensajes y suprimir otros, y para moldear el comportamiento a través de la manipulación emocional representa una amenaza directa para la autonomía del ciudadano y la integridad del proceso democrático.

A diferencia de la coerción física del feudalismo, la del tecnofeudalismo es algorítmica y económica. La amenaza no es la violencia, sino la exclusión: la posibilidad de ser eliminado de los resultados de búsqueda, de ser expulsado de una plataforma de comercio o de ver suspendida una cuenta de redes sociales. Esta capacidad de desconectar a un individuo o a una empresa de la vida digital es una forma de poder absoluto y arbitrario, ejecutado de manera limpia y aparentemente impersonal, que desafía los mecanismos de control y rendición de cuentas de los estados democráticos. Las plataformas se han convertido en legisladores, jueces y ejecutores de un sistema de ley privada global que compite directamente con la soberanía estatal.

Las propuestas marxistas y socialdemócratas para el problema del tecnofeudalismo

Varoufakis y Durand no se limitan a sólo definir y describir el problema del tecnofeudalismo sino que proponen soluciones.

El primero argumenta que las herramientas tradicionales (como impuestos o leyes antimonopolio) son insuficientes para enfrentar a los «señores digitales» y aboga por medidas mas radicales:

  • Socialización de las plataformas: Varoufakis propone la propiedad pública y democrática del «capital nube». Propone que un porcentaje de las acciones de estas grandes corporaciones tecnológicas sea transferido a un fondo de riqueza soberano digital.
  • Dividendo Básico Universal (DBU): Este fondo socializado generaría enormes ganancias. Varoufakis propone que esas ganancias se repartan equitativamente entre todos los ciudadanos en forma de un Dividendo Básico Universal. Sería un pago regular a cada persona, financiado directamente por las rentas que extraen las plataformas.
  • Rebeldía en la nube: A nivel de acción política, llama a una coalición que una al proletariado tradicional con los siervos de la nube (todos nosotros, que generamos datos gratis) y el precariado (como los repartidores de apps). Propone usar tácticas como boicots de consumidores y campañas militantes digitales para forzar la socialización de las plataformas.

Por su parte Cédric Durand es mas reformista acorde a una postura mas cercana a la socialdemocracia apuntalado en el poder del Estado para regular y contrarrestar a los gigantes tecnológicos. Él propone:

  • Intervención pública y rol del Estado: Durand insiste en que el Estado debe intervenir activamente. Propone repensar lo público en la era digital.
  • Políticas antimonopolio: Durand sí cree en la necesidad de aplicar leyes antimonopolio mucho más estrictas para dividir a las grandes tecnológicas y romper su poder de mercado.
  • Creación de alternativas públicas: Propone que los Estados inviertan en la creación de infraestructuras digitales públicas que compitan con las privadas y ofrezcan a los ciudadanos una alternativa.
  • Un frente anti-tecnofeudal: Durand sugiere una alianza política amplia. Esta alianza no solo incluiría a los trabajadores y usuarios, sino también a otros sectores del capitalismo tradicional (empresas «vasallas») que ahora dependen y pagan tributo a las grandes plataformas para poder operar.
  • Comportamientos digitales no alineados: A nivel individual y colectivo, fomenta la resistencia a la recolección de datos y el uso de tecnologías que no estén controladas por los señores digitales.

La visión neoclásica

Como expuse al inicio de este artículo el concepto de tecnofeudalismo no está exento de polémica. De hecho desde la perspectiva de la economía neoclásica y el pensamiento neoliberal, la tesis de Varoufakis y Durand es recibida con escepticismo. Este enfoque ofrece un diagnóstico y un conjunto de soluciones radicalmente diferentes. En lugar de ver una ruptura sistémica, interpreta los fenómenos descriptos como una manifestación extrema, aunque corregible, de las dinámicas capitalistas. En síntesis, lo que los marxistas y postkeynesianos llaman tecnofeudalismo, para los neoclásicos no es más que una mera falla de mercado.

La economía neoclásica, guste o no, es la corriente dominante del pensamiento económico actual y se fundamenta en algunos supuestos que expondré brevemente para poder avanzar en su visión sobre el fenómeno que analiza este artículo:

  • Racionalidad y Maximización: Se asume que los agentes económicos son actores racionales que buscan maximizar sus objetivos. Los consumidores buscan maximizar su utilidad, mientras que las empresas buscan maximizar sus beneficios.
  • Soberanía del Consumidor: El valor de un bien o servicio no deriva principalmente de su costo de producción, sino de la utilidad percibida por el consumidor8. Son las preferencias de los consumidores, expresadas a través de sus decisiones de compra, las que en última instancia dirigen la asignación de recursos en la economía.
  • El Mercado como Mecanismo de Equilibrio: El mercado, a través del libre juego de la oferta y la demanda, es el mecanismo más eficiente para coordinar la actividad económica y alcanzar un equilibrio que maximice el bienestar social. Los precios actúan como señales que transmiten información sobre la escasez y las preferencias, guiando a productores y consumidores.
  • Competencia como Disciplina: La competencia es la fuerza fundamental que garantiza la eficiencia, la innovación y precios bajos para los consumidores. Las desviaciones de la competencia perfecta, como los monopolios u oligopolios, son consideradas como fallas de mercado que pueden reducir el bienestar general y requieren, en ciertos casos, ser corregidas.

Desde esta perspectiva el concepto de tecnofeudalismo es rechazado por considerarlo una analogía históricamente imprecisa y económicamente errónea.

El argumento central es que el sistema actual, a pesar de su alta concentración, sigue siendo fundamentalmente capitalista. Las dinámicas de propiedad privada de los medios de producción (ahora digitales), la acumulación de capital y la lógica de mercado siguen plenamente vigentes. Las grandes empresas tecnológicas son capitalistas y transnacionales que compiten ferozmente entre sí por cuotas de mercado, talento, patentes e influencia regulatoria. Lo que se observa no es un nuevo modo de producción, sino una hipertrofia capitalista que intensifica tendencias inherentes al propio sistema, como la búsqueda de posiciones monopólicas.

El concepto de siervo de la nube es rechazado por ignorar la voluntariedad de las transacciones y la soberanía del consumidor. Desde esta óptica, los usuarios no son siervos, sino consumidores racionales que participan en un intercambio voluntario: ceden sus datos a cambio de servicios de alto valor que reciben de forma gratuita.

A diferencia de la servidumbre feudal, que era una condición legal de adscripción forzosa a la tierra, los usuarios digitales tienen la libertad de elegir y pueden migrar a plataformas alternativas si no están satisfechos.

El dominio de ciertas plataformas se explica a través de los efectos de red, un fenómeno de mercado donde el valor de un servicio aumenta para cada usuario a medida que más personas lo utilizan. Esto crea mercados en el que el ganador se lo lleva todo, donde una plataforma exitosa tiende a crecer exponencialmente. Este resultado no es producto de la coerción feudal, sino de las elecciones agregadas de millones de consumidores que buscan el servicio más valioso y eficiente.

La distinción que hace Varoufakis entre renta (feudal) y beneficio (capitalista) es considerada una simplificación extrema desde esta perspectiva. Se argumenta que la renta no es ajena al capitalismo; siempre ha coexistido con el beneficio a través de la propiedad de la tierra, los recursos naturales, las patentes o la propiedad intelectual. El hecho de que las empresas tecnológicas extraigan rentas de sus ecosistemas no es una prueba de post-capitalismo, sino una estrategia de maximización de beneficios propia de una empresa con poder de mercado.

Se sostiene que el mercado no ha desaparecido, sino que se ha encapsulado y opera dentro de las plataformas. La competencia, aunque imperfecta, sigue existiendo entre las propias plataformas gigantes lo que las obliga a seguir innovando para no ser desplazadas.

Las soluciones que propone la economía neoclásica

A diferencia de los creadores del concepto de tecnofeudalismo este enfoque al considerar este problema como una falla del mercado propone soluciones dentro del marco capitalista. Si el problema es la excesiva concentración de poder y la falta de competencia, la solución no es abolir el sistema, sino corregir sus fallas.

La principal herramienta para ello es una aplicación rigurosa y modernizada de la legislación antimonopolio. En lugar de ver a las grandes empresas tecnológicas como señores feudales, se las ve como monopolios u oligopolios que abusan de su posición dominante para sofocar a la competencia, limitar la elección del consumidor e inhibir la innovación.

Las soluciones propuestas incluyen:

  • Prohibir prácticas anticompetitivas, como la autopreferencia9 o las adquisiciones predatorias de startups competidoras.
  • Aumentar la interoperabilidad entre plataformas para reducir los costos de cambio para los usuarios y facilitar la entrada de nuevos competidores.
  • En casos extremos, dividir las empresas para separar sus diferentes líneas de negocio y restaurar así la competencia.

La visión Hispano-Católica del tecnofeudalismo

Este artículo se hizo muy largo pero era necesario profundizar en las definiciones y visiones dominantes del problema. Finalmente llegamos a la parte importante.

Para evaluar el fenómeno del tecnofeudalismo desde una perspectiva hispano-católica, es necesario basarnos en los principios fundamentales que esta tradición ha desarrollado. Este pensamiento es una corriente viva que fluye desde la síntesis escolástica de Santo Tomás de Aquino, se enriquece en la Escuela de Salamanca en donde se funda la Economía culminando en la aplicación contemporánea de la Doctrina Social de la Iglesia. A pesar de su evolución a lo largo de siglos, mantiene un núcleo coherente centrado en la dignidad de la persona, la justicia y el bien común.

La siguiente evaluación se centrará en cómo el tecnofeudalismo impacta a la persona, a la propiedad y a la comunidad.

La Persona Humana frente al «Siervo de la Nube»

La Doctrina Social de la Iglesia1011 se basa en gran parte en la afirmación de la dignidad inalienable de la persona humana. Es desde este punto de vista que el concepto de «siervo de la nube» muy problemático.

El principio personalista de la Doctrina Social de la Iglesia establece que toda persona debe ser tratada como un fin en sí misma, nunca únicamente como un medio. El modelo de negocio central del tecnofeudalismo, descripto como capitalismo de la vigilancia, viola frontalmente este principio. En este sistema, el usuario no es el cliente, sino la materia prima. Su atención, sus datos personales, sus patrones de comportamiento y sus emociones son sistemáticamente extraídos, procesados y monetizados. La persona es reducida a un conjunto de datos predecibles, un medio para un fin que le es ajeno: el beneficio del señor digital a través de la venta de publicidad dirigida o la modificación de su propio comportamiento.

Esta instrumentalización es una afrenta directa a la dignidad humana. La persona deja de ser el sujeto de la actividad económica para convertirse en su objeto. La relación no es de servicio mutuo, sino de explotación unilateral, aunque esté velada por la aparente gratuidad de los servicios.

Por otro lado la Doctrina Social de la Iglesia concibe el trabajo y la iniciativa económica como actividades a través de las cuales la persona se realiza, ejerce su libertad y su subjetividad creativa. El trabajo, en este sentido, hace más hombre al hombre. La condición del siervo de la nube es la antítesis de esta visión. El trabajo no remunerado de generar datos, crear contenido para las plataformas y entrenar los algoritmos no es una actividad libre y realizadora. Es una forma de servidumbre en la que el sujeto está alienado tanto del proceso como de los frutos de su actividad. El valor que genera es expropiado instantáneamente por la plataforma, sin reconocimiento ni compensación.

Esta dinámica puede ser interpretada no solo en términos sociológicos, sino también teológicos. La Doctrina Social de la Iglesia afirma que la persona humana, por su vocación trascendente, solo debe estar subordinada a Dios. La servidumbre a una plataforma, cuyo poder algorítmico invisible dicta las opciones, moldea los deseos y condiciona el comportamiento, puede entenderse como una forma de idolatría secular. Una creación humana usurpa una posición de dominio sobre su creador, exigiendo una forma de servicio que degrada la libertad y la trascendencia de la persona.

La Propiedad de los Datos y el Destino Universal de los Bienes

La cuestión de quién posee y controla los datos es central en la economía digital. La tradición hispano-católica ofrece principios robustos para abordar esta nueva forma de propiedad.

El principio del destino universal de los bienes establece que los recursos de la creación están destinados al beneficio de toda la humanidad. Si aplicamos este principio a la era digital, los datos, especialmente los datos agregados que son el producto de la interacción social, no pueden ser considerados propiedad privada absoluta de las corporaciones. Tienen una dimensión intrínsecamente común. Son un reflejo de la vida de la comunidad.

Desde esta perspectiva, la privatización y el cercamiento de este nuevo bien común por parte de las grandes empresas tecnológicas es una injusticia fundamental. La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que la propiedad privada es un derecho secundario, legitimado solo en la medida en que sirve al bien común. El modelo tecnofeudal invierte esta jerarquía, subordinando el bien común de la información y el conocimiento a la apropiación privada por parte de unos pocos agentes.

A la luz del principio anterior, la renta de la nube extraída por los señores digitales adquiere una nueva connotación moral. No puede ser vista como un pago legítimo por un servicio prestado en un mercado libre. Más bien, se asemeja a la apropiación privada del valor generado por un bien común (los datos de la comunidad y la red de interacciones).

Esta práctica resuena con la condena tomista de la usura y el lucro ilegítimo. La usura, en su esencia, era condenada por generar riqueza a partir del dinero mismo, sin una contribución productiva real, creando una relación de poder y dependencia. De manera análoga, la renta de la nube se extrae no de una actividad productiva propia del señor digital, sino del control monopólico sobre el acceso al feudo digital y a sus habitantes. Es una forma de enriquecimiento que no crea nuevo valor, sino que lo desvía de los verdaderos creadores hacia el propietario de la plataforma. Esta extracción de valor sin una contribución proporcional y basada en una dependencia estructural es, desde la perspectiva tomista, una forma de lucro injusto.

Justicia Conmutativa y Distributiva en el Ecosistema de Plataformas

La justicia conmutativa12 exige una igualdad estricta entre lo que se da y lo que se recibe en un intercambio voluntario. La relación entre el usuario y la plataforma, presentada como un intercambio de servicios gratuitos por datos, falla esta prueba de equidad por varias razones.

El contrato es estructuralmente desigual debido a la asimetría de información y poder. El usuario no tiene un conocimiento claro del valor de los datos que entrega, ni de cómo serán utilizados, mientras que la plataforma tiene un conocimiento perfecto de ambos.

El consentimiento es viciado. Como ya advertía Francisco de Vitoria, no hay una decisión del todo voluntaria cuando existe una coacción, pues la necesidad le obliga. En el mundo contemporáneo, la participación en las principales plataformas digitales es una necesidad social y económica, no una opción libre. Renunciar a ellas supone un alto costo de aislamiento. Por tanto, el acuerdo de términos y condiciones no es un contrato entre iguales, sino una adhesión forzosa a las condiciones impuestas por el más fuerte, violando los principios de la justicia conmutativa.

Por otro lado la justicia distributiva se refiere a la repartición equitativa de los bienes y cargas de la comunidad. El sistema tecnofeudal genera una distribución radicalmente injusta. La inmensa riqueza producida por la economía digital, un esfuerzo colectivo de ingenieros, creadores de contenido, vendedores y miles de millones de usuarios, no se distribuye de manera proporcional a la contribución o dignidad de cada uno. En cambio, se concentra de manera abrumadora en la cúspide de la jerarquía: los señores digitales y sus inversores.

Este sistema viola el principio del bien común, que exige que el progreso económico beneficie a todas las personas. La estructura tecnofeudal, por su propia lógica extractiva, produce sistemáticamente una desigualdad indecorosa, dejando a la mayoría con las migajas de un banquete que ellos mismos han preparado. Esta concentración de riqueza se traduce, además, en una concentración de poder que socava la capacidad de la comunidad política para corregir estas injusticias, creando un círculo vicioso de dominación.

El Mercado Encapsulado, el Bien Común y la Subsidiariedad

La Escuela de Salamanca valoraba positivamente el mercado y la libre circulación de bienes como un mecanismo que servía al bienestar general y fomentaba la hermandad. Sin embargo, los feudos digitales o mercados encapsulados del tecnofeudalismo no son mercados abiertos y competitivos. Son ecosistemas cerrados, controlados por un único actor que dicta las reglas, manipula la visibilidad a través de algoritmos opacos y prioriza la extracción de renta para sí mismo por encima del beneficio mutuo de los participantes.

Estos feudos no promueven el bien común, entendido como el florecimiento de todos los miembros de la comunidad. Al contrario, fomentan la dependencia, limitan la elección y subordinan el interés de los vasallos y siervos al del señor. La promesa de la economía no es la prosperidad compartida, sino la servidumbre a la plataforma.

El principio de subsidiariedad es quizás el más radicalmente violado por la estructura tecnofeudal. Este principio defiende la autonomía y la capacidad de acción de las personas y las comunidades menores frente al poder de las estructuras superiores. El tecnofeudalismo representa la máxima concentración y centralización de poder.

Las plataformas supranacionales, con su poder desterritorializado, usurpan funciones que deberían corresponder a individuos, familias, empresas locales e incluso a los gobiernos nacionales. Toman decisiones sobre la libertad de expresión, la viabilidad de los negocios y el acceso a la información que afectan a miles de millones de personas, sin ningún mecanismo de rendición de cuentas democrático. Esta centralización masiva de poder en manos de entidades privadas globales constituye, en palabras de la encíclica Quadragesimo Anno, un grave perjuicio y perturbación del recto orden, ya que despoja a las personas y a las comunidades de su capacidad para forjar su propio destino.

Propuestas basadas en el pensamiento económico hispano-católico para el problema del tecnofeudalismo

Teniendo en cuenta los anteriormente nombrados principios de justicia conmutativa, dignidad humana y función social de la propiedad, se podrían proponer una serie de medidas correctivas audaces y centradas en la ética para reequilibrar el poder y humanizar la economía digital.

No se limitarían estas propuestas a meros ajustes superficiales, sino que se buscaría reformar las bases del sistema para alinearlo con el derecho natural y el bien común.

Regulación del «Precio Justo» de los Datos y Servicios Digitales

El núcleo de la acción en este punto sería desmantelar lo que se puede considerar un intercambio injusto y falto de consentimiento real.

  • Prohibición del Pago con Datos Opaco: Se declararían ilícitos los contratos de adhesión donde el usuario cede masivamente sus datos a cambio de un servicio gratuito. Se puede argumentr que existe una coacción por necesidad, ya que la participación en la sociedad moderna exige el uso de estas plataformas.
  • Creación de «Tasadores de Datos»: Inspirado en la idea de los pensadores de Salamanca de que el precio justo puede ser determinado por tasación común de los hombres buenos y sabios, se puede proponer la creación de organismos independientes que establezcan el valor objetivo de los datos personales. Los usuarios tendrían derecho a recibir una compensación monetaria directa y justa por la información que generan, transformando el modelo de negocio extractivo.
  • Transparencia Algorítmica: Se debe exigir que los algoritmos que determinan precios y distribuyen información sean auditables. La asimetría de información que generan puede considerarse una forma de fraude que impide la formación de un precio justo.

Lucha contra los Monopolios y Defensa de la Competencia

Los salmantinos como Martín de Azpilcueta y Juan de Mariana fueron muy críticos con los monopolios, especialmente los concedidos por privilegio real, al considerarlos perjudiciales para la comunidad.

  • Fragmentación de las grandes empresas tecnológicas: La concentración de poder en plataformas es intrínsecamente dañina para el bien común. Deberían aplicarse severas leyes antimonopolio para dividir estas corporaciones en unidades más pequeñas y competitivas.
  • Interoperabilidad Obligatoria: Para romper los feudos digitales debería exigirse por ley que las redes sociales y plataformas de mensajería fueran interoperables. Esto permitiría a los usuarios comunicarse entre distintas plataformas, reduciendo el efecto de red que solidifica el poder monopólico.
  • Impuestos sobre Beneficios Extraordinarios: Basándose en su doctrina de la justicia distributiva y la obligación del soberano de velar por sus súbditos, deberían imponerse tributos especiales sobre las rentas monopólicas de las grandes empresas tecnológicas, destinados a mitigar los daños sociales que generan y a financiar bienes públicos.

Dignificación del trabajo de los siervos de la nube

La situación de la mayoría de los trabajadores de plataformas puede verse como una afrenta a la dignidad humana y a la justicia laboral. Para corregir esto se podría proponer:

  • Reconocimiento de la Relación Laboral: La figura del falso autónomo debería verse como un subterfugio para eludir las obligaciones patronales. Debería exigirse el reconocimiento de estos trabajadores como asalariados, con derecho a un salario justo, descanso, seguridad social y capacidad de negociación colectiva.
  • Salario Justo por Tarea: Paralelamente debería aplicarse el concepto de salario justo, aquel que permite al trabajador y su familia vivir con decoro. Los sistemas de pago por pieza o por tarea que no garantizan un ingreso mínimo vital deberían revisarse y habría que regular las tarifas mínimas para los servicios prestados a través de plataformas.

Reafirmación de la Soberanía y el Bien Común

El poder político debe gobernar para el bien común, por encima de los intereses de las corporaciones.

  • Soberanía sobre los Datos: Basados en los escritos de Francisco de Vitoria sobre el derecho de gentes, podemos argumentar que los datos generados por los ciudadanos de una nación son parte de su patrimonio común. El Estado tiene el derecho a regular el flujo transfronterizo de datos y a exigir que los beneficios de su explotación reviertan en la comunidad.
  • Primacía de la Ley Humana sobre el Código: Ninguna arquitectura tecnológica puede estar por encima del derecho natural y las leyes justas promulgadas para proteger la dignidad y la libertad de las personas.
  1. Yanis Varoufakis, 1961, economista greco-australiano, catedrático universitario, político y escritor, autor de varios libros de política y economía. Ex ministro de Finanzas de Grecia. ↩︎
  2. Cédric Durand, 1975, economista francés, profesor de Economía en la École des Hautes Études en Sciences Sociales e investigador del Centre d’economie de Paris Nord. ↩︎
  3. Tecno-feudalismo .El sigiloso sucesor del capitalismo, Yanis Varoufakis, Ediciones Deusto, 2024 ↩︎
  4. También denominadas con el anglicismo «Big Tech» ↩︎
  5. https://www.alainet.org/es/articulo/214866 ↩︎
  6. Los autores usan el anglicismo «Cloudalists» ↩︎
  7. Los autores usan el anglicismo «Cloud Serfs» ↩︎
  8. Hace referencia a la Teoría subjetiva del valor que como vimos en otro artículo su primer antecedente fue desarrollado por los pensadores de la Escuela de Salamanca
    https://luisderebeca.ar/la-teoria-subjetiva-del-valor-surgio-en-la-escuela-de-salamanca/ ↩︎
  9. Que una plataforma priorice sus propios productos y servicios ↩︎
  10. Fundamentos de la Doctrina social de la Iglesia – Enciclopedia Católica https://ec.aciprensa.com/wiki/Fundamentos_de_la_Doctrina_social_de_la_Iglesia ↩︎
  11. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html ↩︎
  12. Suma Teológica – II-IIae – Cuestión 61 –https://hjg.com.ar/sumat/c/c61.html ↩︎

Publicado enEscuela de SalamancaMarxismo

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *