Como ya expuse en artículos anteriores ciertas escuelas de economía e incluso grupos políticos, algunos extremistas, se apropiaron del legado de la Escuela de Salamanca. En esta misma línea, Juan Bautista Alberdi, personaje destacado de la Historia de Argentina, corrió con la misma suerte.
Antes que nada quiero exponer que, en mi humilde punto de vista, el hecho de que una persona cambie de opinión no sólo no está mal, sino que demuestra madurez y capacidad de autocrítica, siempre que este cambio surja de la honestidad intelectual y no de la mera persecución de recompensas materiales o de popularidad. El gran Alberdi no estuvo exento de cambiar de opinión sobre algunas cuestiones muy importantes.
Debo aclarar que en este artículo no pretendo ahondar sobre la extensa vida y obra del destacado abogado tucumano, sino más bien centrarme en su relación y puntos de vistas relacionados a la Hispanidad y sobre como condenaría a muchos de los actuales supuestos liberales que usan su nombre para sostener modelos económicos y políticos de entrega, hispanofóbicos y anti-católicos.
El jóven Alberdi
Lejos de tener una visión hispánica, el pensamiento de Juan Bautista Alberdi en esta etapa se caracterizó por una profunda y sostenida crítica a la herencia española, a la que consideraba el principal obstáculo para el progreso y la consolidación de una república moderna en Argentina.
Su proyecto de nación, plasmado fundamentalmente en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, proponía una ruptura con el pasado hispánico y la adopción de un nuevo modelo inspirado en las naciones del norte de Europa, especialmente Inglaterra y Estados Unidos.
La postura de Alberdi, claramente antihispanica beligerante, se evidencia en escritos como Reacción contra el españolismo (1838). Allí identificaba el españolismo con el despotismo, las costumbres retrógradas y la falta de espíritu emprendedor, elementos que, a su juicio, perpetuaban el atraso en las nuevas repúblicas americanas. Para Alberdi, la independencia política de España debía ser completada con una independencia cultural e ideológica.
En sus Bases, Alberdi diagnosticaba que los males de la Argentina de su tiempo (el caudillismo, la pobreza, la falta de desarrollo económico) eran una consecuencia del legado español. Criticaba el estatismo, el desdén por el trabajo manual y la falta de libertades individuales.
Frente a esta herencia colonial hispana1, Alberdi propuso un programa de transformación radical basado en su célebre lema: Gobernar es poblar. Esta idea no se refería simplemente a un aumento demográfico, sino a una sustitución cualitativa de la población y sus costumbres a través de la inmigración masiva de europeos del norte.
Su proyecto implicaba:
- Fomento de la inmigración anglosajona: Consideraba que la llegada de ingleses, alemanes y suizos traería consigo los hábitos de orden, disciplina e industria necesarios para el desarrollo.
- Libertad económica: Abogaba por una apertura total al comercio y a la inversión extranjera, en contraposición al monopolio y las trabas económicas del sistema colonial español.
- Tolerancia religiosa: Entendía que la libertad de cultos era esencial para atraer a inmigrantes no católicos, a quienes consideraba portadores de progreso.
- Emancipación cultural y lingüística: Incluso en el plano del idioma, Alberdi defendía la soberanía de una lengua argentina, hija del español pero con identidad propia, resistiendo el purismo de la Real Academia Española como una forma más de tutelaje colonial.
Todo lo que el consideraba atraso y barbarie se sintetizaba, según su visión, en Juan Manuel de Rosas2.
Reconciliación con la Herencia Hispánica
El pensamiento de Juan Bautista Alberdi no fue estático; evolucionó notablemente a lo largo de su vida y su largo exilio. Si bien, como vimos antes, es famoso por su crítica a la herencia hispana en sus obras de mediados de siglo, hacia el final de su vida su visión se matizó considerablemente, y su postura frente a Rosas cambió de forma radical.
Su postura de juventud, marcada por una necesidad de ruptura total para forjar una nueva nación, dio paso a una visión más madura.
- De la Ruptura a la Matización: En obras como Reacción contra el españolismo y sus Bases, Alberdi consideraba la herencia española como un lastre. Sin embargo, con el paso de los años, especialmente viendo los conflictos y las guerras civiles que asolaban a la «Argentina liberal» que él había ayudado a diseñar, comenzó a revalorizar ciertos aspectos del pasado.
- La Lengua como Vínculo: Un punto clave de este cambio se ve en sus escritos sobre el idioma. En 1871 publicó De los destinos de la lengua castellana en la América antes española, donde reconoce que la lengua hablada en Argentina es, en esencia, la misma que en España.
- Crítica a la «Civilización» a Ultranza: Su desencanto con las élites liberales que gobernaron después de Caseros, a quienes acusó de entregar el país a intereses extranjeros (especialmente británicos), lo llevó a matizar su admiración incondicional por el modelo anglosajón y a mirar con otros ojos las raíces hispánicas que, al menos, conformaban una identidad propia.
Una visión diferente de Juan Manuel de Rosas
Alberdi fue un enemigo acérrimo de Rosas, pero en su vejez terminó reconociéndolo como una figura superior a los líderes liberales que lo sucedieron, como Bartolomé Mitre.
Su oposición inicial a Rosas era total, viéndolo como la encarnación de la tiranía y la barbarie. Sin embargo, desde su exilio, y sobre todo a raíz de la Guerra del Paraguay (que Alberdi condenó enérgicamente en su obra «El crimen de la guerra (1870)»), su perspectiva cambió.
Alberdi comenzó a ver que, a pesar de su despotismo interno, Rosas había sido un férreo defensor de la soberanía nacional frente a las potencias extranjeras, como lo demostró durante los bloqueos francés y anglo-francés.
En sus escritos póstumos se encuentran frases donde valora que Rosas, con todos sus defectos, nunca puso al país de rodillas ante una potencia extranjera.
Los falsos liberales
Alberdi sostenía que los gobiernos de Mitre y sus sucesores utilizaban la Constitución de 1853 no como una guía para gobernar, sino como una simple formalidad para legitimar un poder que en la práctica era centralista y hegemónico.
Acusó a la élite de Buenos Aires de haber creado una república central unitaria disfrazada de federal. Sentía que habían vaciado de poder real a las provincias, concentrando toda la riqueza y las decisiones políticas en Buenos Aires, traicionando así el espíritu federal que él había concebido para equilibrar el poder en la nación.
Denunciaba que usaban las herramientas constitucionales, como las intervenciones federales, no para garantizar el orden, sino para derrocar a gobernadores opositores e imponer su voluntad. Para él, la «letra» de la ley se usaba para violar el «espíritu» de la libertad.
El núcleo de su argumento era que estos líderes no eran verdaderos liberales porque no creían en la libertad para todos, sino solo para ellos mismos y su círculo.
En una de sus citas más célebres y lapidarias, los definió así:
El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros, ejercido a nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad que autoriza la represión y la muerte.
Veía su liberalismo como una excusa para mantener el monopolio del poder. Creían que la libertad consistía en que ellos estuvieran en el gobierno. Cualquier oposición era calificada de «bárbara» o «antiliberal», justificando su persecución. No concebían la alternancia ni el debate genuino.
El punto de quiebre definitivo para Alberdi fue la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Su oposición fue total y la plasmó en su obra maestra, El crimen de la guerra (1870).
Consideraba que la guerra contra Paraguay era un acto vergonzoso, impulsado no por intereses nacionales, sino por los intereses comerciales de Gran Bretaña y las ambiciones imperiales de Brasil. Acusó a Mitre de arrastrar a Argentina a una guerra injusta contra un pueblo hermano.
Mientras Rosas se había enfrentado militarmente a Francia e Inglaterra para defender la soberanía de los ríos, los liberales se aliaban con potencias extranjeras para aniquilar a un vecino. Para el Alberdi tardío, los «civilizados» habían cometido un crimen contra la nación que el «tirano» nunca se atrevió a cometer.
Aunque Alberdi siempre promovió la inversión extranjera, criticó duramente el modo en que los gobiernos liberales la gestionaron.
Denunció que los grandes empréstitos, especialmente los británicos, no se destinaban a obras de infraestructura real, sino que servían para financiar la guerra, sostener la burocracia y enriquecer a la élite. Sentía que el «progreso» del que tanto se jactaban (ferrocarriles, telégrafos) era superficial y estaba diseñado para beneficiar al capital extranjero y al puerto de Buenos Aires.
- Aquí cito a Alberdi, yo no creo que haya habido una etapa colonial en lo que luego se llamaría Argentina, prefiero hablar de etapa imperial ya que estos territorios nunca fueron colonias sino parte del imperio español en pleno derecho ↩︎
- Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793-Southampton, 14 de marzo de 1877), fue un estanciero, militar y político argentino que asumió el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires y, entre 1835 y 1852, llegó a ser el principal caudillo de la Confederación Argentina. ↩︎
Sé el primero en comentar