Francisco de Vitoria (c. 1483/1486 – 12 de agosto de 1546), un fraile dominico, teólogo y jurista español, es una figura monumental en la historia del pensamiento occidental, reconocido universalmente como uno de los principales fundadores del derecho internacional moderno y una figura central de la influyente Escuela de Salamanca. Sus audaces reflexiones sobre la guerra justa, los derechos de los pueblos indígenas y la existencia de una comunidad global basada en el derecho natural sentaron las bases para el desarrollo de los derechos humanos y las relaciones internacionales como las conocemos hoy.
Primeros Años y Formación Intelectual
Nacido en Burgos o Vitoria, en el seno de una familia de ascendencia judeoconversa, Francisco de Vitoria ingresó joven en la Orden de Predicadores (dominicos). Su excepcional capacidad intelectual lo llevó al prestigioso Colegio de Santiago en la Universidad de la Sorbona en París, donde estudió teología y humanidades en una época de efervescencia intelectual. Allí, se sumergió en el pensamiento de Erasmo de Róterdam y en la renovación de los estudios tomistas, una influencia que marcaría profundamente su obra.
Tras obtener su doctorado, regresó a España y, después de un período de enseñanza en Valladolid, ganó en 1526 la Cátedra de Prima de Teología en la Universidad de Salamanca, el cargo académico más prestigioso de España en esa época.
La Escuela de Salamanca y la Renovación del Pensamiento
En Salamanca, Vitoria se convirtió en el faro de un brillante grupo de teólogos y juristas conocido como la Escuela de Salamanca. Lejos de la especulación abstracta, estos pensadores abordaron los dilemas morales y jurídicos que planteaba la nueva realidad del Renacimiento y la era de los descubrimientos. Vitoria y sus discípulos, como Domingo de Soto y Melchor Cano, revitalizaron la escolástica tomista aplicándola a problemas contemporáneos, desde la economía y la inflación hasta la legitimidad de la conquista del Nuevo Mundo.
La metodología de Vitoria se basaba en la relectio, una forma de lección magistral en la que el catedrático disertaba sobre un tema de actualidad. Aunque Vitoria no publicó en vida, los apuntes de sus estudiantes preservaron su revolucionario pensamiento, destacando dos de sus relectiones más famosas: De Indis y De Jure Belli.
La Defensa de los Indígenas Americanos
En su Relectio de Indis (Sobre los indios), pronunciada alrededor de 1539, Vitoria abordó la espinosa cuestión de la legitimidad de la conquista española en América. Con una lógica rigurosa y una profunda humanidad, Vitoria demolió los argumentos que se utilizaban para justificar el sometimiento de los pueblos indígenas. Sostuvo que ni el Papa tenía poder temporal para conceder los territorios americanos a los reyes de España, ni el emperador era señor de todo el orbe.
Afirmó que los indígenas, antes de la llegada de los españoles, eran los verdaderos dueños de sus tierras y gozaban de plenos derechos de propiedad y de gobierno. No podían ser despojados de sus posesiones por el mero hecho de ser paganos o por rechazar la fe cristiana. Esta defensa de la dignidad y los derechos inherentes de todos los seres humanos, independientemente de su raza o religión, lo consagra como un precursor fundamental de los derechos humanos.
La Teoría de la Guerra Justa
Íntimamente ligada a su reflexión sobre América, la Relectio de Jure Belli (Sobre el derecho de la guerra) establece las condiciones para que un conflicto armado pueda ser considerado justo. Basándose en la tradición agustiniana y tomista, Vitoria sistematizó la teoría de la guerra justa, distinguiendo entre el ius ad bellum (el derecho a hacer la guerra) y el ius in bello (el derecho en la guerra).
Para Vitoria, una guerra solo era legítima si respondía a una causa justa, como la defensa propia o la respuesta a una injuria grave. Además, la guerra debía ser declarada por una autoridad legítima, tener una intención recta (la búsqueda de la paz y no la ambición o la crueldad) y ser el último recurso disponible.
Crucialmente, también estableció límites a la conducción de la guerra. Prohibió atacar a inocentes, destruir bienes de forma indiscriminada y tomar represalias desproporcionadas. Sostuvo que incluso en medio del conflicto, los principios del derecho natural y la caridad cristiana debían ser respetados.
El Nacimiento del «Ius Gentium»
El legado más perdurable de Francisco de Vitoria es, sin duda, su concepción del ius gentium o «derecho de gentes». Al reflexionar sobre las relaciones entre estados soberanos y la situación de los pueblos del Nuevo Mundo, Vitoria postuló la existencia de una comunidad internacional (orbis totus) regida por un derecho común que emana de la razón natural y es aplicable a todas las naciones, cristianas o no.
Este derecho de gentes no se basaba en tratados o acuerdos, sino en la sociabilidad natural del ser humano y en la interdependencia de todos los pueblos. Para Vitoria, el mundo entero formaba una suerte de república, y ninguna nación podía considerarse completamente autosuficiente o desvinculada del resto. Este concepto sentó las bases teóricas del derecho internacional público, trascendiendo la visión medieval de una cristiandad unificada bajo la autoridad del Papa y el Emperador.
Muerte y Legado
Francisco de Vitoria murió en Salamanca el 12 de agosto de 1546, dejando tras de sí un legado intelectual imborrable. Sus ideas, difundidas por sus numerosos y brillantes discípulos, influyeron en pensadores posteriores como Hugo Grocio y se convirtieron en la piedra angular del derecho internacional moderno. Su defensa de la dignidad humana y su visión de una comunidad global de naciones, unidas por un derecho común, resuenan con especial fuerza en el mundo contemporáneo, reafirmando su estatus como un visionario cuya obra trasciende las barreras del tiempo.
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